La obesidad como problema de salud ocupa a la comunidad
científica, y el campo de la psicología no ha quedado ajeno a este interés de
conocer por conocer sus causas, por lo que se han estudiado sus factores en
diferentes dimensiones que rebasan la esfera biológica, considerando las
dimensiones sociales y psicológicas de la misma. En el presente trabajo se
plantea la obesidad como un problema de salud que requiere de una mayor
comprensión, presentando la propuesta de diversos teóricos de la psicología
psicoanalítica en torno al tema. Expondremos la obesidad como un síntoma de
malestar psíquico y como un esfuerzo adaptativo, reflexionando finalmente en
los significados inconscientes asociados con este problema, así como en la
necesidad de comprender el desarrollo de este problema dentro de una historia
particular de vida.
Para muchos obesos su obesidad puede representar una función
positiva, como un mecanismo compensatorio ante una vida frustrante y
estresante, en donde podríamos ubicar las funciones del yo, como mecanismo de
adaptación a la realidad externa de la persona.
Ahora bien, ¿De dónde viene la obesidad? Obesidad deriva del latín
obēsus, que significa "corpulento, gordo o regordete". Ēsus es el
participio pasado de edere (comer), con ob (enfrentamiento u oposición),
agregado a éste con lo que interpretaríamos obēsus como “que en su comer se
añade una oposición o lucha”. La referencia a obēsus aparece sólo en el latín
clásico en la forma de participio pasado. Esto lleva a plantear que obēsus
refiere al acto de haber
comido, sin la precisión del tiempo y sin la precisión de especificidad de
la acción, es un tiempo pasivo. Con el participio pasado se expresa un estado
adquirido y una acción pasada, anterior a la del verbo principal en una
oración, por lo que advierte un aspecto perfectivo. De este modo, la obesidad
podríamos traducirla como un estado corporal adquirido en un pasado, como una
forma de mejorar la situación de la persona. El tiempo en que se desarrolla no
tendría sentido, ya que la presencia del síntoma no necesariamente se
corresponde al tiempo en que se desarrolla la acción adaptativa, y se desconoce
el porqué de esta forma de adaptación.
Debemos comprender que asumir que los adultos pueden volcarse
hacia la comida de forma compulsiva dadas sus fijaciones orales, equivaldría a
asumir un intento por recuperar el confort y seguridad que experimentaban en la
infancia, cuando el pecho de la madre proveía un medio seguro. Esto lleva a
cuestionarse sobre si esta necesidad de recuperar ese confort tendría que ver
con una forma de narcisismo primario. Un narcisismo en donde no cabe el mundo
externo y entonces no hay una adecuación de las funciones yoicas. En este punto
en particular proponemos reflexionar en cuanto a la propuesta de Bellack sobre
ciertas funciones del yo aterrizadas a la obesidad, ya que podrían ser
indicadores de algún tipo de deterioro en relación con este problema.
Aunado a contemplar a la obesidad como un problema de adaptación y
falta de regulación de las conductas dados los influjos del conflicto psíquico,
el modelo psicoanalítico apunta a que la obesidad suele entrañar un significado
inconsciente.
Hemos advertido que la obesidad como síntoma puede ser comprendida
como la forma de resolución de un conflicto psíquico en donde el aumento de la
grasa corporal representaría la forma menos angustiante de resolverlo, o
simplemente de manifestar a un nivel consciente ese deseo reprimido, deseo que,
no obstante, sigue imprimiéndose en el cuerpo y causando reacciones ante él.
Entonces, ¿qué escribe el obeso en su cuerpo? No habría forma de saberlo en lo general,
pero a observar por el kilaje, podemos ver que el obeso imprime un mensaje
enérgico (kilocalorías = energía almacenada); el
cual de poderlo expresar, lo gritaría.
Por otro lado, el obeso es una persona con un hambre insaciable,
que no llena. Al tratar de saciar el hambre fisiológica, pareciera que lo que
quiere saciar es ese deseo insatisfecho ahora corporizado. Podríamos
preguntarnos sobre la función del deseo en el obeso y cómo este articula a la
obesidad como síntoma de ese malestar psíquico. Las observaciones de la
conducta de comer en el obeso nos llevan a ver que éste no satisface el deseo,
no con la comida, sino que lo equivoca, lo confunde, lo retaca, lo re-toca, lo
ataca.
De esta forma, la obesidad puede ser un signo de un deseo no
satisfecho nunca, que nunca da la talla, ya que es un deseo incestuoso. El
castigo por desear es esa constante insatisfacción que luego trata de llenar.
Sin embrago, el obeso no tiene hambre fisiológica, por ello la comida no llena
la falta ni cubre el deseo, por eso no se satisface ni siente su estómago
lleno. Su hambre es carnal, es sexual, es incestuosa. Su deseo no se logra
reprimir, se corporiza. Con todas las cosas que se come el obeso ante la falta
de expresión de sus afectos, debemos preguntarnos si será que con un gran
tamaño evita ser devorado por el otro.
Lo que le falta es su aceptación. Su asumirse castrado o asumir la
angustia de castración, y que en el caso de las mujeres la obesidad se podría
entender desde el complejo de castración. Cualquiera de estas versiones no
asumidas conllevaría el no aceptar la ley de la prohibición del incesto. Es
aquí que la obesidad sería la forma de evadir dicha ley, corporizando aquello
que le genera placer. Sin embargo, las apreciaciones sociales de la persona obesa,
no logran más que perpetuar su calidad de la persona sufriente. Hilde Bruch
señala que a las mujeres obesas se les devalúa al lugar de las mujeres
promiscuas, al referirse a ambas de formas bastante semejantes, considerándolas
como personas que no tienen autocontrol ni respeto, son estúpidas, depresivas,
están desesperadas, son unas fracasadas.
En su correlato con el deseo, pareciera que el obeso aspira a que
el deseo subsista corporizado, por eso la renuncia a dejar de comer, por eso la
dificultad para bajar de peso. Si se baja de peso se pierde el deseo. He aquí
que el cuerpo es el punto de partida y el punto final de la pulsión, plena
dimensión del autoerotismo en juego.
El obeso, al querer ser más, quiere ser él siendo en el otro.
Tiene hambre, hambre de deseo, de ser deseado (por la madre o por el padre).
Éste es su malentendido con el otro. ¿Por qué no se satisface? Será porque el
deseo del otro está insatisfecho y lo descubre incompleto, porque la boca no se
satisface con la comida, sino con el placer de la boca. Quizá, lo conveniente
para muchos casos de obesidad exógena sería el buscar descargar a la persona de
“cierto peso” mediante la acción de la palabra.
Otro aspecto a destacar de la obesidad es esa necesidad de
identificación de la que se hace objeto. El obeso no se reconoce en el espejo,
se oculta tras esos cúmulos de grasa, sin embargo, cuando logra desaparecer
alguna cuantiosa cantidad de grasa, muchas veces no se reconoce en ese nuevo
cuerpo.
De este modo, la grasa corporal puede ser vista como una barrera,
no es sólo una protección, sino una máscara, un disfraz para expresar ese
deseo, de ser un sujeto deseante, deseable, de esa búsqueda de ser reconocido
por el otro, para reconocerse a sí mismo. No profundizaremos en lo referente a
los problemas que la imagen corporal puede desencadenar ante la obesidad, ya
que consideramos que este aspecto se tendría que desarrollar de una forma más
amplia para aclarar nuestra postura, quizá perdiendo el objeto de nuestra
exposición.
Hemos de considerar además el cómo estas personas se posicionan en
relación con los significados culturales de la obesidad, ya que mientras en
grupos sociales con un bajo nivel socioeconómico puede ser vista como un signo
de salud y bienestar, en personas con mayor nivel socioeconómico suele tener
una connotación negativa, siendo vista como un mal no deseado, como una
enfermedad a combatir. Esto nos pone de manifiesto que ante una persona obesa
deben hacerse consideraciones sobre las causas particulares de su obesidad,
desde que ésta se empieza a gestar, aunado a la exploración de factores
culturales, sociales y biológicos, los cuales no pueden ser apartados de la
evaluación psicológica de este problema.
La obesidad no puede ser considerada como un tipo especial de trastorno
mental que deba incluirse en el capítulo de trastornos mentales y del
comportamiento de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10; OMS,
1992), dado que en su desarrollo inciden diferentes factores como hemos venido
advirtiendo. La presencia de factores biológicos y una estabilidad emocional en
personas obesas dificultan establecer un parámetro de lo que es característico
de la obesidad.
Quizá hablar de un tipo de personalidad en los obesos sea, dados
los múltiples factores que inciden. El lenguaje del inconsciente no es claro y
aunque es un mismo síntoma en distintas personas, expresa una dolencia
particular en cada una de ellas, cuyo significado sólo puede abstraerse de la
historia personal de cada individuo. Por lo tanto, lo adecuado es el
tratamiento individual que, aunque pueda considerar componentes
caracterológicos comunes (débil control de impulsos, falta de límites del yo en
relación con el otro, familias con límites borrosos entre sus miembros),
siempre requiere profundizar en los aspectos idiosincrásicos de cada persona
(renuncia a la adultez, temor a la sexualidad, corporización del afecto,
realización del deseo incestuoso, búsqueda de confort oral, entre otros), que
el análisis posibilita observar.
Para Freud la presencia de un síntoma delata la existencia de una
laguna del recuerdo, siendo precisamente el síntoma la expresión de eso
reprimido. El síntoma constituye el retorno de lo reprimido, es la forma de
expresión de un conflicto psíquico de forma desfigurada e irreconocible, de
modo que no angustia al yo, al menos no al punto de lograr la escisión
psíquica, siendo inmune a sus ataques defensivos (Freud, 1965).
Para Freud la base del síntoma se halla en las vivencias de la
infancia, las cuales tienen la fuerza para generar un conflicto. Las vivencias
tempranas traumáticas, desde esta postura, serían explicadas por la teoría del
desarrollo psicosexual, haciendo referencia a la configuración y estructuración
psíquica de la persona. Es en razón de ello que el síntoma surge como una
consecuencia de defectos en los procesos adaptativos a la realidad externa, la
cual deniega la satisfacción de necesidades internas eróticas
Es así que dentro de personas con el problema de obesidad resulta
interesante analizar la representación simbólica que tiene la comida. Los
estudios sobre los significados simbólicos profundos de la comida ubican a ésta
como una forma de dar amor, de completar una falta, de estar en comunión con la
madre, asimismo como una forma de afirmación del yo, una cuestión de poder (en
el sentido fálico), una vía para manifestar negación, una forma de interacción
social o una forma de identidad social y/o religiosa, entre otras.
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