domingo, 25 de febrero de 2018

Depresión Infantíl... Cómo detectarla a tiempo


Los niños, a medida que van creciendo, tienen que ir haciendo frente a nuevos retos y situaciones. La mayoría de las veces los superan de manera exitosa gracias al apoyo de sus padres. Pero ¿qué pasa cuando esto no es así? Podemos encontrarnos ante una depresión infantil.

¿Qué es la depresión infantil?

La depresión en niños comparte el principio básico de una depresión en los adultos: un estado de ánimo deprimido. Sin embargo, las manifestaciones pueden ser muy diversas.
Es posible que el niño no manifieste tristeza pero sí irritabilidad, desagrado, falta de interés o motivación, cambios bruscos de humor...
Hay muchos momentos en los que un niño puede mostrarse triste y esto no implica que esté deprimido. La depresión se caracteriza por:
  • Un estado de ánimo negativo que perdura en el tiempo. 
  • Una respuesta exagerada con respecto a una causa evidente.
  • Un estado que influye en varias facetas de la vida del niño: en la familia, en su rendimiento académico, en las relaciones con sus compañeros o en su cuidado personal.
 
 
¿Cómo identificar una depresión infantil?

Algunas de las señales que nos alertan ante una depresión infantil son:
  • Los niños depresivos generalmente presentan muy baja autoestima. Se sienten torpes, que todo les sale mal, que no son capaces de conseguir nada, que estorban,...
  • Muestran baja tolerancia a la frustración. Se desesperan ante cualquier contratiempo, sin mostrar estrategias o recursos para afrontarlo.
  • Se tornan irritables la mayor parte del dia.
  • Dejan de disfrutar aquello que antes lo solia hacer feliz
  • Tienen una visión negativa o pesimista de la vida. Tienden a colocar el foco de su atención en los aspectos negativos o los contras de las situaciones. Infravaloran las ventajas.
  • Pueden tener desajustes en la alimentación y el sueño. Pueden pasar por momentos de falta de apetito o, todo lo contrario, encuentran en la comida una manera de calmar la ansiedad. Con el sueño sucede algo parecido o presentan insomnio o un letargo excesivo.
  • Además, también es frecuente que aparezca un bajo nivel energético: pocas ganas de moverse o de hacer cosas, lentitud o cansancio constante.
  • En ocasiones pueden aparecer ideas sobre la muerte. Piensan en que las cosas serían mejor si ellos no estuvieran.


Si nos encontramos ante un caso de depresión infantil, es importante acudir a un especialista. Sobre todo en los casos en que aparezcan ideas sobre la muerte.

¿Qué debo hacer si creo que mi hijo está deprimido?

  • Hable con su hijo sobre sus sentimientos y sobre las cosas que suceden en el hogar y en la escuela que le puede estar molestando.
  • Comuníqueselo al médico de su hijo. Algunos problemas médicos pueden causar la depresión.  Su doctor puede recomendar Psicoterapia (asesoramiento para ayudar a la personas con sus emociones y comportamiento) o tratamiento fármaco.
  • Considere cualquier pensamiento de suicidio como una emergencia.

¿Qué puedo hacer para ayudar?

  • Los conceptos básicos para una buena salud mental incluyen una dieta saludable, dormir lo suficiente, ejercicio y relaciones positivas con otras personas en el hogar y en la escuela.
  • Pasar tiempo a solas con cada uno de los padres, ser elogiado por su buen comportamiento y que le estresen sus puntos fuertes ayuda a estrechar el lanzo entre los padres y los hijos. 
  • Limite el tiempo que pasan frente al televisor y fomenta la actividad fisica y deportiva.
  • Hable con su hijo sobre el tema del hostigamiento o abuso escolar. Ser la víctima de intimidación u hostigamiento es una de las causas de los problemas de salud mental en los niños.
  • Esté atento a los asuntos relacionados con la aflicción, el duelo o la perdida. Busque ayuda si se trata de problemas de duelo que no se mejoran. Si usted como padre de familia está sufriendo una pérdida, pida ayuda y busque apoyo adicional para su hijo.
  • Reduzca el estrés. Puede ser necesario hacer cambios a corto plazo en la cantidad de tareas escolares, labores o actividades.




domingo, 18 de febrero de 2018

La resiliencia como habilidad de vida...


A veces la vida nos pone a prueba, nos plantea situaciones que superan nuestras capacidades: una enfermedad, una roptura de pareja particularmente dolorosa, la muerte de un ser querido, el fracaso de un sueño largamente anhelado, problemas económicos… Existen diferentes circunstancias que nos pueden llevar al límite y hacer que nos cuestionemos si tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para continuar adelante. En este punto tenemos dos opciones: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos, apostar por la resiliencia.


La resiliencia, es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, pero en psicología añadimos algo más al concepto de resiliencia: no sólo gracias a ella somos capaces de afrontar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas, sino que también podemos salir fortalecidos de ellas.


La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.


Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles. Y no se trata de una simple disquisición terminológica, sino de una manera diferente y más optimista de ver el mundo ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es posible que, después de todo lo que han pasado, puedan afrontar la vida con una sonrisa en los labios.

Las personas que practican la resiliencia:

  1. Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones.
  2. Son creativas.
  3. Confían en sus capacidades.
  4. Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender.
  5. Practican el mindfulness o conciencia plena.
  6. Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista.
  7. Se rodean de personas que tienen una actitud positiva.
  8. No intentan controlar las situaciones.
  9. Son flexibles ante los cambios.
  10. Son tenaces en sus propósitos.
  11. Afrontan la adversidad con humor.
  12. Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social.
  

Las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de la vida.


Te consideras una persona resiliente?


Qué es el Apego? Por el Psicólogo Clínico y Conferencista Jaen Prado

lunes, 12 de febrero de 2018

Estrés por Psicólogo Clínico y Conferencista Jaen Prado

Relaciones Funcionales

Cuando los Celos son Patológicos...


Si buscamos en el diccionario, la definición de celos, sería la respuesta emocional negativa que surge cuando una persona percibe cierta amenaza hacia algo o alguien que considera de su propiedad. Amenaza, por tanto, podría considerarse al hecho de que la persona a la que se ama te deje de prestar atención por dársela a otra. Precisamente, este pensamiento es un continuo en la mente de la persona celosa. En los celos patológicos, la persona tiene constantes pensamientos de infidelidad que genera a partir de numerosos estímulos que generalmente solo percibe él. A continuación desarrollará innumerables rituales de control para con la otra persona.

La patología del celo, está relacionado a la ausencia de autoconfianza y autovaloración de quien lo padece, esto basado en un déficit de la relación paterna que el sujeto experimentó en su infancia y adolescencia, buscando de esta forma una aprobación constante del entorno y de esa figura (pareja) que escogió como ideal para llenar espacios que sostienen de una u otra forma su existencia.

¿Qué hacer cuando nuestra pareja tiene celos patológicos? Tenemos derecho a tener una vida agradable y a alcanzar esto, si queremos, en compañía de nuestra pareja. Cuando ésta es el mayor impedimento para ser feliz porque con sus pensamientos, emociones, comportamientos y conductas no verbales, nos lo impide, debemos actuar de este modo:

  • En primer lugar debemos empatizar con la persona celosa, lo está pasando muy mal, está sufriendo y se siente superado por las circunstancias.
  • Será muy importante que nos dirijamos hacia la persona con celos patológicos y le expresemos, nuestra opinión para que no se acumulen más tensiones que después tengan mayores consecuencias negativas.
  • Es importante hacer entender a la persona cómo nos hace sentir su comportamiento y actitud de desconfianza.
  • No debemos participar en las conductas de control que quiera llevar a cabo con nosotros. Es decir, por ejemplo, si nos pidiera que le llamáramos o enviáramos un mensaje cada hora y media, mientras estamos fuera de casa, no deberemos acceder a dicha petición. Esto sólo reforzaría aún más sus celos patológicos.
  • No debemos acceder a demostrar nuestra inocencia, ni a mentir u ocultar información por miedo a la reacción de nuestra pareja o al conflicto.
  • Deberemos extinguir conductas, que pone en marcha  la persona celosa: del tipo, enfados, rabietas u otros comportamientos desadaptativos. Será importante no tratar el tema o discutir cuando la situación esté tensa y tenga gran carga emocional.
  • Pedirle con cariño, pero con firmeza un cambio en su comportamiento, siendo directo, sin justificaciones Por último, nuestra pareja, debe saber que puede confiar en nosotros. Por ello, tendrá un especial significado el que escuche de nuestra boca:


“PUEDES CONFIAR EN MÍ”
Es importante saber cómo actuar, si estamos pasando por esta situación y ser conscientes de que nuestra felicidad depende en gran medida de que hagamos algo por cambiarla.

Por qué enconces construimos relaciones tormentosas?.. Te invito a que construyas una dinámica funcional en tu vida donde se establezca de principios donde el amor, la fidelidad, la intimidad y el compromiso sean los factores que edifiquen tu relación.

Lo intentamos?

miércoles, 7 de febrero de 2018

Lo que Existe detrás de la Obesidad...


La obesidad como problema de salud ocupa a la comunidad científica, y el campo de la psicología no ha quedado ajeno a este interés de conocer por conocer sus causas, por lo que se han estudiado sus factores en diferentes dimensiones que rebasan la esfera biológica, considerando las dimensiones sociales y psicológicas de la misma. En el presente trabajo se plantea la obesidad como un problema de salud que requiere de una mayor comprensión, presentando la propuesta de diversos teóricos de la psicología psicoanalítica en torno al tema. Expondremos la obesidad como un síntoma de malestar psíquico y como un esfuerzo adaptativo, reflexionando finalmente en los significados inconscientes asociados con este problema, así como en la necesidad de comprender el desarrollo de este problema dentro de una historia particular de vida.

Para muchos obesos su obesidad puede representar una función positiva, como un mecanismo compensatorio ante una vida frustrante y estresante, en donde podríamos ubicar las funciones del yo, como mecanismo de adaptación a la realidad externa de la persona.

Ahora bien, ¿De dónde viene la obesidad? Obesidad deriva del latín obēsus, que significa "corpulento, gordo o regordete". Ēsus es el participio pasado de edere (comer), con ob (enfrentamiento u oposición), agregado a éste con lo que interpretaríamos obēsus como “que en su comer se añade una oposición o lucha”. La referencia a obēsus aparece sólo en el latín clásico en la forma de participio pasado. Esto lleva a plantear que obēsus refiere al acto de haber comido, sin la precisión del tiempo y sin la precisión de especificidad de la acción, es un tiempo pasivo. Con el participio pasado se expresa un estado adquirido y una acción pasada, anterior a la del verbo principal en una oración, por lo que advierte un aspecto perfectivo. De este modo, la obesidad podríamos traducirla como un estado corporal adquirido en un pasado, como una forma de mejorar la situación de la persona. El tiempo en que se desarrolla no tendría sentido, ya que la presencia del síntoma no necesariamente se corresponde al tiempo en que se desarrolla la acción adaptativa, y se desconoce el porqué de esta forma de adaptación.

Debemos comprender que asumir que los adultos pueden volcarse hacia la comida de forma compulsiva dadas sus fijaciones orales, equivaldría a asumir un intento por recuperar el confort y seguridad que experimentaban en la infancia, cuando el pecho de la madre proveía un medio seguro. Esto lleva a cuestionarse sobre si esta necesidad de recuperar ese confort tendría que ver con una forma de narcisismo primario. Un narcisismo en donde no cabe el mundo externo y entonces no hay una adecuación de las funciones yoicas. En este punto en particular proponemos reflexionar en cuanto a la propuesta de Bellack sobre ciertas funciones del yo aterrizadas a la obesidad, ya que podrían ser indicadores de algún tipo de deterioro en relación con este problema.

Aunado a contemplar a la obesidad como un problema de adaptación y falta de regulación de las conductas dados los influjos del conflicto psíquico, el modelo psicoanalítico apunta a que la obesidad suele entrañar un significado inconsciente.

Hemos advertido que la obesidad como síntoma puede ser comprendida como la forma de resolución de un conflicto psíquico en donde el aumento de la grasa corporal representaría la forma menos angustiante de resolverlo, o simplemente de manifestar a un nivel consciente ese deseo reprimido, deseo que, no obstante, sigue imprimiéndose en el cuerpo y causando reacciones ante él. Entonces, ¿qué escribe el obeso en su cuerpo? No habría forma de saberlo en lo general, pero a observar por el kilaje, podemos ver que el obeso imprime un mensaje enérgico (kilocalorías = energía almacenada); el cual de poderlo expresar, lo gritaría.

Por otro lado, el obeso es una persona con un hambre insaciable, que no llena. Al tratar de saciar el hambre fisiológica, pareciera que lo que quiere saciar es ese deseo insatisfecho ahora corporizado. Podríamos preguntarnos sobre la función del deseo en el obeso y cómo este articula a la obesidad como síntoma de ese malestar psíquico. Las observaciones de la conducta de comer en el obeso nos llevan a ver que éste no satisface el deseo, no con la comida, sino que lo equivoca, lo confunde, lo retaca, lo re-toca, lo ataca.

De esta forma, la obesidad puede ser un signo de un deseo no satisfecho nunca, que nunca da la talla, ya que es un deseo incestuoso. El castigo por desear es esa constante insatisfacción que luego trata de llenar. Sin embrago, el obeso no tiene hambre fisiológica, por ello la comida no llena la falta ni cubre el deseo, por eso no se satisface ni siente su estómago lleno. Su hambre es carnal, es sexual, es incestuosa. Su deseo no se logra reprimir, se corporiza. Con todas las cosas que se come el obeso ante la falta de expresión de sus afectos, debemos preguntarnos si será que con un gran tamaño evita ser devorado por el otro.

Lo que le falta es su aceptación. Su asumirse castrado o asumir la angustia de castración, y que en el caso de las mujeres la obesidad se podría entender desde el complejo de castración. Cualquiera de estas versiones no asumidas conllevaría el no aceptar la ley de la prohibición del incesto. Es aquí que la obesidad sería la forma de evadir dicha ley, corporizando aquello que le genera placer. Sin embargo, las apreciaciones sociales de la persona obesa, no logran más que perpetuar su calidad de la persona sufriente. Hilde Bruch señala que a las mujeres obesas se les devalúa al lugar de las mujeres promiscuas, al referirse a ambas de formas bastante semejantes, considerándolas como personas que no tienen autocontrol ni respeto, son estúpidas, depresivas, están desesperadas, son unas fracasadas.

En su correlato con el deseo, pareciera que el obeso aspira a que el deseo subsista corporizado, por eso la renuncia a dejar de comer, por eso la dificultad para bajar de peso. Si se baja de peso se pierde el deseo. He aquí que el cuerpo es el punto de partida y el punto final de la pulsión, plena dimensión del autoerotismo en juego.

El obeso, al querer ser más, quiere ser él siendo en el otro. Tiene hambre, hambre de deseo, de ser deseado (por la madre o por el padre). Éste es su malentendido con el otro. ¿Por qué no se satisface? Será porque el deseo del otro está insatisfecho y lo descubre incompleto, porque la boca no se satisface con la comida, sino con el placer de la boca. Quizá, lo conveniente para muchos casos de obesidad exógena sería el buscar descargar a la persona de “cierto peso” mediante la acción de la palabra.

Otro aspecto a destacar de la obesidad es esa necesidad de identificación de la que se hace objeto. El obeso no se reconoce en el espejo, se oculta tras esos cúmulos de grasa, sin embargo, cuando logra desaparecer alguna cuantiosa cantidad de grasa, muchas veces no se reconoce en ese nuevo cuerpo. 

De este modo, la grasa corporal puede ser vista como una barrera, no es sólo una protección, sino una máscara, un disfraz para expresar ese deseo, de ser un sujeto deseante, deseable, de esa búsqueda de ser reconocido por el otro, para reconocerse a sí mismo. No profundizaremos en lo referente a los problemas que la imagen corporal puede desencadenar ante la obesidad, ya que consideramos que este aspecto se tendría que desarrollar de una forma más amplia para aclarar nuestra postura, quizá perdiendo el objeto de nuestra exposición.

Hemos de considerar además el cómo estas personas se posicionan en relación con los significados culturales de la obesidad, ya que mientras en grupos sociales con un bajo nivel socioeconómico puede ser vista como un signo de salud y bienestar, en personas con mayor nivel socioeconómico suele tener una connotación negativa, siendo vista como un mal no deseado, como una enfermedad a combatir. Esto nos pone de manifiesto que ante una persona obesa deben hacerse consideraciones sobre las causas particulares de su obesidad, desde que ésta se empieza a gestar, aunado a la exploración de factores culturales, sociales y biológicos, los cuales no pueden ser apartados de la evaluación psicológica de este problema.

La obesidad no puede ser considerada como un tipo especial de trastorno mental que deba incluirse en el capítulo de trastornos mentales y del comportamiento de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10; OMS, 1992), dado que en su desarrollo inciden diferentes factores como hemos venido advirtiendo. La presencia de factores biológicos y una estabilidad emocional en personas obesas dificultan establecer un parámetro de lo que es característico de la obesidad.

Quizá hablar de un tipo de personalidad en los obesos sea, dados los múltiples factores que inciden. El lenguaje del inconsciente no es claro y aunque es un mismo síntoma en distintas personas, expresa una dolencia particular en cada una de ellas, cuyo significado sólo puede abstraerse de la historia personal de cada individuo. Por lo tanto, lo adecuado es el tratamiento individual que, aunque pueda considerar componentes caracterológicos comunes (débil control de impulsos, falta de límites del yo en relación con el otro, familias con límites borrosos entre sus miembros), siempre requiere profundizar en los aspectos idiosincrásicos de cada persona (renuncia a la adultez, temor a la sexualidad, corporización del afecto, realización del deseo incestuoso, búsqueda de confort oral, entre otros), que el análisis posibilita observar.

Para Freud la presencia de un síntoma delata la existencia de una laguna del recuerdo, siendo precisamente el síntoma la expresión de eso reprimido. El síntoma constituye el retorno de lo reprimido, es la forma de expresión de un conflicto psíquico de forma desfigurada e irreconocible, de modo que no angustia al yo, al menos no al punto de lograr la escisión psíquica, siendo inmune a sus ataques defensivos (Freud, 1965).

Para Freud la base del síntoma se halla en las vivencias de la infancia, las cuales tienen la fuerza para generar un conflicto. Las vivencias tempranas traumáticas, desde esta postura, serían explicadas por la teoría del desarrollo psicosexual, haciendo referencia a la configuración y estructuración psíquica de la persona. Es en razón de ello que el síntoma surge como una consecuencia de defectos en los procesos adaptativos a la realidad externa, la cual deniega la satisfacción de necesidades internas eróticas

Es así que dentro de personas con el problema de obesidad resulta interesante analizar la representación simbólica que tiene la comida. Los estudios sobre los significados simbólicos profundos de la comida ubican a ésta como una forma de dar amor, de completar una falta, de estar en comunión con la madre, asimismo como una forma de afirmación del yo, una cuestión de poder (en el sentido fálico), una vía para manifestar negación, una forma de interacción social o una forma de identidad social y/o religiosa, entre otras.